martes, 3 de diciembre de 2013

Humo


By Sam Wolfe Connelly


El humo asciende danzante, sensual, como si fuera consciente del corto espacio de tiempo que estará en el mundo. No tiene tiempo si quiera de poder tomar forma. Quizás las personas, cuando morimos, ascendemos como el humo. Quiero ascender, de un rojo ardiente, cálido, casi cegador. Como cuando una gota de sangre cae en un recipiente de agua cristalina. Cuando las personas mueren repentinamente, la belleza del momento desaparece, es arrancada violentamente, como si soplara un fuerte viento. El humo es privado de su único momento de gloria. Cuando el humo finalmente abandona el cuerpo, éste se corrompe, segrega los fluidos que contenía para parecer grotesco y que el humo sea feliz con su partida. ¡Qué triste está el humo de los congelados! Por eso, en el hielo, siempre aparece una especie de neblina, son humos buscando su cuerpo. Lo dejaron llorando, mientras la sangre dejaba de fluir, abandonaron con pena su cuerpo purpúreo y angelical. Se asieron a los azulados y fríos dedos, maldiciendo su naturaleza incorpórea.

By Atsushi Suwa

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