By Waldemar Kazak |
Moribundo humano, se te escapa el relleno de frambuesa
por la herida abierta de tu vientre. Miras al cielo con resignación, al igual
que una ballena varada, con los ojos secos, con la cara manchada, preguntándote
cómo llegaste a eso.
Luchaste por tus ideales, tras proclamar que la pluma es
más poderosa que la espada. Y aún así, enfrentaste al mundo empuñando tu filo
de acero. Manchando la hierba de rojo y de entrañas. Y así el orbe sigue
llenándose de lápidas insignes, de héroes, de mártires, de pilas de cadáveres
al fin y al cabo, como un inmenso pastel de carne.
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