lunes, 16 de diciembre de 2013

Si te encuentras a una mujer en el agua



            Yacía flotando en medio de la fuente de piedra. El clima era frío y sus labios estaban morados. La vio, cómo flotando inmóvil con una expresión de éxtasis, su pelo aún se agitaba suavemente, acariciando el agua, como si quisiera llevar al resto del cuerpo a alguna parte.
By Jean Delville
            Se apresuró a sacarla. Se abalanzó dentro del agua, agarrando el cuerpo desnudo y pálido de la muchacha. Unas hojas de enredadera cubrían sus ojos. La abrazó fuertemente. Debajo de la fría piel podía sentir el calor de unas vísceras que se negaban a simpatizar con el resto de extremidades. Los aún azulados labios se entreabrieron para mostrar unos dientes inmaculadamente blancos, esbozando una sonrisa. Una mano gélida le acarició el cuello, haciendo que un escalofrío viajara raudo por su espalda. Él retiró las hojas, los ojos que le miraban eran casi blancos, de un tono verdoso increíblemente pálido. Asió aún más fuerte el desnudo cuerpo de la muchacha. Ésta restregó su frente contra el pecho del hombre, e inspiró su perfume profundamente. Lo empujó hasta tumbarlo en el suelo, cubierto por una fina hierba cubierta de escarcha. Desabrochó su camisa y comenzó a tocar el torso del hombre, primero titubeante, y luego de forma frenética, como cuando un niño descubre un nuevo y emocionante pasatiempo. Nunca había tocado a nadie con manos. El hombre no sabía cómo reaccionar, ya que en vez de manos sentía unas glaciales lenguas acuosas recorriendo su pecho. Miró extrañado, la joven tenía los ojos desorbitados, como si se encontrara en pleno frenesí. Agarró las escuálidas muñecas ante la mirada de asombro de los pálidos ojos y la atrajo sobre sí. Ella se acercó para depositar un frío beso en los tibios labios del hombre, pero cuando los labios se tocaron, la muchacha perdió su forma y se desplomó encima del hombre en forma de agua helada. El agua es un elemento muy caprichoso, de modo que, cuando hace suficiente frío toma la forma que se le antoja en ese momento. Los hombres fingen no entenderlo, pero lo hacen por la envidia de no poder moldear sus cuerpos a placer.

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