Ser tembloroso que ruegas arrodillado ante tu señor, te
desprecio. Tus rodillas amoratadas y tus sudorosas corvas dan fe de tu virtuosa
e inmunda humildad. Te sometes vilmente para no ser responsable de tus propias
acciones y no sentirte el culpable de tus
propios infortunios. Me asquea tu
sumisión, tu apocamiento, tu falta de espíritu. Fuiste creado para ser un
guerrero, enseñar los dientes y luchar por lo que es tuyo, para dar todo lo que
tienes y arriesgarlo todo en el intento.
By Joao Ruas |
Tu mansedumbre de tela de saco,
áspera, sin color, resignada a ser mediocre, constriñe tu naturaleza combativa.
Te rindes, humillándote, inclinando tu hirsuta cabeza, traicionando a tu
nebuloso cerebro. Atenúas tu fuego interior, decoloras tu ser, en una eterna
resignación que asume tu impotencia.
Ser abúlico que entona eternamente un
fingido me da igual. Ser conformista, de enclenque complexión, que se da por
vencido incluso antes de haber decidido una guerra.
Flagelas tu propia espalda
con una sonrisa que deforma tu rostro, inundado por tus lágrimas y babas, para
complacer a tu amo, que observa indolente desde su trono. Inepto haragán, que
acatas las órdenes de otros a la espera de que los frutos te puedan ser
beneficiosos. Sin embargo, cuando no obtienes ningún provecho, te sientas a
esperar, con la creencia de que la próxima vez no será así.
Postrado en tu
silla maltrecha, en una actitud laxa de buey que rumia, observas como tu mundo
se derrumba, se torna de un gris sin gracia, pensando que tú no eres el
causante, que ése era el único escenario posible. En tu apatía, has desdeñado
el único tesoro que alguna vez poseíste, tu vida.