sábado, 24 de octubre de 2015

A la Reina de las Nieves

By Ekaterina Belinskaya
                En la soledad de un salón de cristal, una mujer llora. Sus lágrimas caen en forma de pequeñas estrellas heladas, engalanando su blanco atuendo para una boda a la que no acudirá ningún príncipe. En la justicia absurda de un mundo en el que todo es blanco o negro, sometido al juicio despótico de quien elija etiquetar tales colores. Después de pintarla de blanco por dentro, helando su corazón, la etiquetaron de negro y le quitaron a su niño. Su único resquicio de calidez. La despojaron de todo y la exiliaron a la soledad de un palacio de hielo. Por si esto no fuera suficiente, le dieron el título de Reina de las Nieves, le otorgaron el poder absoluto sobre un lugar desierto. Le otorgaron el poder sobre la nieve, que se deshace al ser tocada, pierde su forma mágica y etérea. Y así, la reina llora joyas cristalinas, condenada a no tener contacto con nada ni nadie, repudiada, exiliada, privada incluso de su propio calor. Los humanos siempre fueron tan perversos al otorgar el título de reyes…

sábado, 23 de mayo de 2015

Las autoridades sanitarias advierten que el sistema puede causar impotencia, malestar e incluso la muerte.

                Hoy el mundo no huele a nubes de algodón de azúcar, huele a mierda, a mierda humana de personas enfermas por el hambre y vertidos tóxicos. Huele a lágrimas de madres que no pueden alimentar a sus hijos, al odio de las personas que se enfadan cuando quien no puede alimentar a sus hijos busca una salida. Huele a rencor estúpido contra los que no tienen qué hacer, que se buscan la vida día a día sin llegar a conseguir que pueda llamarse vida. Huele a la indiferencia del que tiene pan y ropa. Al sudor grasiento de obesos. Al oro que huele a sangre, a sudor de esclavos y dinero sucio. A
Yin and Yang of  world hunger By David Revoy.
putas, joyas, drogas y excesos. Huele a pescado podrido y contaminado. A babas de hambre. El mundo huele a muerte y podredumbre. La pestilencia inunda el mundo, nos hiere las fosas, nos derrite el cerebro. Hace que se nos olvide a qué huele la vida, para poder vivir sólo en una supervivencia ridícula.


                Cuánto tiempo más se puede mantener este sistema ridículo, de permisividad, de hastío, de impotencia. Cuanto más vamos a dejar que se destruya todo lo bello, que se oculte bajo adoquines y resorts de lujo. Cuánto tiempo más vamos a seguirle poniendo precio a lo que nunca lo tuvo y quitándoselo a la vida.