sábado, 23 de mayo de 2015

Las autoridades sanitarias advierten que el sistema puede causar impotencia, malestar e incluso la muerte.

                Hoy el mundo no huele a nubes de algodón de azúcar, huele a mierda, a mierda humana de personas enfermas por el hambre y vertidos tóxicos. Huele a lágrimas de madres que no pueden alimentar a sus hijos, al odio de las personas que se enfadan cuando quien no puede alimentar a sus hijos busca una salida. Huele a rencor estúpido contra los que no tienen qué hacer, que se buscan la vida día a día sin llegar a conseguir que pueda llamarse vida. Huele a la indiferencia del que tiene pan y ropa. Al sudor grasiento de obesos. Al oro que huele a sangre, a sudor de esclavos y dinero sucio. A
Yin and Yang of  world hunger By David Revoy.
putas, joyas, drogas y excesos. Huele a pescado podrido y contaminado. A babas de hambre. El mundo huele a muerte y podredumbre. La pestilencia inunda el mundo, nos hiere las fosas, nos derrite el cerebro. Hace que se nos olvide a qué huele la vida, para poder vivir sólo en una supervivencia ridícula.


                Cuánto tiempo más se puede mantener este sistema ridículo, de permisividad, de hastío, de impotencia. Cuanto más vamos a dejar que se destruya todo lo bello, que se oculte bajo adoquines y resorts de lujo. Cuánto tiempo más vamos a seguirle poniendo precio a lo que nunca lo tuvo y quitándoselo a la vida. 

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