sábado, 24 de octubre de 2015

A la Reina de las Nieves

By Ekaterina Belinskaya
                En la soledad de un salón de cristal, una mujer llora. Sus lágrimas caen en forma de pequeñas estrellas heladas, engalanando su blanco atuendo para una boda a la que no acudirá ningún príncipe. En la justicia absurda de un mundo en el que todo es blanco o negro, sometido al juicio despótico de quien elija etiquetar tales colores. Después de pintarla de blanco por dentro, helando su corazón, la etiquetaron de negro y le quitaron a su niño. Su único resquicio de calidez. La despojaron de todo y la exiliaron a la soledad de un palacio de hielo. Por si esto no fuera suficiente, le dieron el título de Reina de las Nieves, le otorgaron el poder absoluto sobre un lugar desierto. Le otorgaron el poder sobre la nieve, que se deshace al ser tocada, pierde su forma mágica y etérea. Y así, la reina llora joyas cristalinas, condenada a no tener contacto con nada ni nadie, repudiada, exiliada, privada incluso de su propio calor. Los humanos siempre fueron tan perversos al otorgar el título de reyes…

sábado, 23 de mayo de 2015

Las autoridades sanitarias advierten que el sistema puede causar impotencia, malestar e incluso la muerte.

                Hoy el mundo no huele a nubes de algodón de azúcar, huele a mierda, a mierda humana de personas enfermas por el hambre y vertidos tóxicos. Huele a lágrimas de madres que no pueden alimentar a sus hijos, al odio de las personas que se enfadan cuando quien no puede alimentar a sus hijos busca una salida. Huele a rencor estúpido contra los que no tienen qué hacer, que se buscan la vida día a día sin llegar a conseguir que pueda llamarse vida. Huele a la indiferencia del que tiene pan y ropa. Al sudor grasiento de obesos. Al oro que huele a sangre, a sudor de esclavos y dinero sucio. A
Yin and Yang of  world hunger By David Revoy.
putas, joyas, drogas y excesos. Huele a pescado podrido y contaminado. A babas de hambre. El mundo huele a muerte y podredumbre. La pestilencia inunda el mundo, nos hiere las fosas, nos derrite el cerebro. Hace que se nos olvide a qué huele la vida, para poder vivir sólo en una supervivencia ridícula.


                Cuánto tiempo más se puede mantener este sistema ridículo, de permisividad, de hastío, de impotencia. Cuanto más vamos a dejar que se destruya todo lo bello, que se oculte bajo adoquines y resorts de lujo. Cuánto tiempo más vamos a seguirle poniendo precio a lo que nunca lo tuvo y quitándoselo a la vida. 

jueves, 16 de enero de 2014

A la apatía



           Ser tembloroso que ruegas arrodillado ante tu señor, te desprecio. Tus rodillas amoratadas y tus sudorosas corvas dan fe de tu virtuosa e inmunda humildad. Te sometes vilmente para no ser responsable de tus propias acciones y no sentirte el culpable de tus
By Joao Ruas
propios infortunios. Me asquea tu sumisión, tu apocamiento, tu falta de espíritu. Fuiste creado para ser un guerrero, enseñar los dientes y luchar por lo que es tuyo, para dar todo lo que tienes y arriesgarlo todo en el intento. 
           Tu mansedumbre de tela de saco, áspera, sin color, resignada a ser mediocre, constriñe tu naturaleza combativa. Te rindes, humillándote, inclinando tu hirsuta cabeza, traicionando a tu nebuloso cerebro. Atenúas tu fuego interior, decoloras tu ser, en una eterna resignación que asume tu impotencia. 
           Ser abúlico que entona eternamente un fingido me da igual. Ser conformista, de enclenque complexión, que se da por vencido incluso antes de haber decidido una guerra. 
           Flagelas tu propia espalda con una sonrisa que deforma tu rostro, inundado por tus lágrimas y babas, para complacer a tu amo, que observa indolente desde su trono. Inepto haragán, que acatas las órdenes de otros a la espera de que los frutos te puedan ser beneficiosos. Sin embargo, cuando no obtienes ningún provecho, te sientas a esperar, con la creencia de que la próxima vez no será así. 
          Postrado en tu silla maltrecha, en una actitud laxa de buey que rumia, observas como tu mundo se derrumba, se torna de un gris sin gracia, pensando que tú no eres el causante, que ése era el único escenario posible. En tu apatía, has desdeñado el único tesoro que alguna vez poseíste, tu vida.

lunes, 30 de diciembre de 2013

Equivocarse



            Equivocarse, tropezar más de una vez en la misma piedra aposta para experimentar un ridículo placer semi masoquista, como cuando nos volvemos a asomar a un precipicio tras haber sentido vértigo la primera vez.

            Las equivocaciones nos dan más experiencias, nos estropean los planes, nos hacen darnos cuenta de que no podemos modelar nuestra vida a placer, le dan ese no sé qué de real. No está mal que de vez en cuando la causalidad nos dé un revolcón o dos, y dejarnos el pelo alborotado y lleno de hojarasca. Uno vive muchas más cosas si se equivoca, que si tiene un vida perfectamente manejable desde el principio.

By Cyril Rolando
            Si nos paramos a pensarlo los errores no existen fuera de sistemas lógicos o matemáticos, con lo cual, es imposible equivocarse. De hecho cuando pensamos que hemos cometido un error, no es por la acción en sí, si no por sus consecuencias.

            De todos modos no está mal el poder compadecernos y lamernos las heridas de vez en cuando, y esto no sería posible si no nos las hubieran inflingido.

Cuando te veo en invierno



            Siempre te veo en invierno, para compartir besos con narices heladas bajo el cielo nocturno. Los días son cada vez más cortos, al igual que tus besos. Busco tu calor, en este tiempo gélido que me hace apretar los dientes para no tiritar, y tú me lo das a medias. Y me vuelvo a ver, antes de lo que me esperaba, sola en mi casa. Pensando en que el máximo calor
By Khoa Le
de me das sale de mis ojos, cuando llego a casa y me siento abandonada como un perrito, esperando a la próxima vez que quieras enfriar mi nariz con la tuya. Y me canso de esperar, y quiero volverme una bruja y dejar que el aire azote mi cuerpo desnudo mientras bailo a la luz de la luna. Mientras cocino con sapos y culebras y desato espíritus maléficos a carcajadas. Y quiero poder mandarte hechizos cuando te odio, y hacer que se te caiga el pelo. Y mandarte tormentas de nieve que te hielen los huesos, para que al sentir frío se te ocurra pensar en mí, para buscar mi abrazo. Quizás el invierno es en verdad mucho más cálido, pero hay demasiadas personas que no saben querer como dios manda. 

lunes, 23 de diciembre de 2013

Ser un gato



            Andando por la sociedad como un gato. Intentando siempre pasar desapercibidos hasta que se tienen ganas de ser advertido. Cuando se está dispuesto a atacar, nadie sabe que estás ahí, excepto cuando ya te tienen encima. Cuanto más ligeros son tus pasos, menos herido puedes salir. Cuando tu felicidad no depende en absoluto del mundo, de lo que te rodea, el daño experimentado depende tan sólo de ti mismo. El ser la única causa de tu propia felicidad, o de tu malestar, es algo que es simplemente pueril, puesto que en el mismo momento que quieres que los demás noten que estás ahí, ya es demasiado tarde. Las tornas cambian a su completo opuesto en tan sólo un segundo. Y esas personas que ni siquiera sabían que estabas ahí no tienen tiempo para reaccionar. No te conocen.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Nos enderezan para encajar


By Scott James Prebble

 Andaba por la calle mirando alrededor con ojos curiosos. De pronto, unos metros delante de él se produjo un fuerte sonido en las ramas de un árbol, seguido de un ruido sordo. Ante él apareció una figura femenina y delicada, sus ojos almendrados permanecían abiertos observando el claro cielo azul. Bajo ella una oscura y densa sustancia comenzó a fluir proporcionando un aura bermeja y cálida al pálido cuerpo. Al ver la postura antinatural en la que los miembros de la chica se encontraban pensó que, en vida, debió de haber sido una chica muy movida, y que, por lo tanto esa era la postura más adecuada para morir. Es una pena que al final siempre nos pongan a todos igual, tan serios y aburridos, tan rectos y tan solemnes. Sin embargo, no es una cuestión de respeto por los muertos para que descansen en una postura más digna, es para que podamos encajar en el ataúd.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Verde absenta y el punto medio



La oscuridad, la sordidez, la extravagancia de un ambiente circense decrépito y pasado de moda. Un prisma de colores disonantes, iluminado por una luz amarillenta. La sensación de desamparo, de lejanía. Un soplo de aire frío y húmedo que nos da en la cara y nos alborota el pelo, haciendo que se nos peque en el rostro. 
 El hombre corre, hacia una estancia verdosa, llena de humo, que apesta a sudor y a
By Michael Hussar
alcohol. Se sienta chorreante en una incómoda banqueta. Espera que una enorme y poco agraciada prostituta le sirva un trago. Ella sonría con los dientes manchados de carmín barato, despeinada, con una respiración fuerte y ronca, y un aliento agrio. El hombre toma su copa, un líquido etílico recorre su garganta. Parte del contenido del vaso chorrea por las comisuras de sus labios. Con indiferencia, limpia su cara con la manga de una chaqueta demasiado sobada y desgastada incluso para el escenario en el que se encuentra.
  Personajes estrafalarios regentan el local. Travestis demasiado peludos y demasiado maquillados se sientan en regazos cuya juventud ya pasó a mejor vida. Mujeres con ojeras, caras cansadas y pocas ganas de sonreír pasean en altos tacones, contoneándose en prendas baratas.
 La elegancia y la estética, armoniosamente cogidas de la mano, se dirigen a un glorioso baño de mármol blanco a vomitar copiosamente. El erotismo desgarra su propio vientre. El arte yace en una glacial sepultura rodeada de flores blancas. En medio de la trágica escena, la pasión y el desenfreno ríen, se bañan en vino, recorren sus cuerpos con sus manos, se mueven espasmódicamente debido al placer; dejan caer hacia atrás sus cabezas tras exhalar una enorme bocanada de aire cálido. 
Un poco apartados y con estupor, unos enormes ojos azules observan. Un niño demasiado mayor para ser niño y demasiado joven para ser adolescente, admira sorprendido la caótica escena. Sus ruborizadas mejillas destacan en su blanquecina y fina piel. Sus labios carnosos se abren para decir algo, “Pero… ¿no existe el punto medio?” titubea. “Solo para el hombre mi niño, sólo para el hombre”, dice una voz maternal mientras acaricia su pelo.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Huéleme



            Quiero que me huelas, sin perfumes ni colonias. Quiero que aspires el olor de mi alma, lo que me hace ser yo. Quiero que inhales mi vida, suavemente, en mi nuca. Que recorras con tu nariz mi cuerpo caliente. Quiero que olfatees la almohada sobre la que he dormido, que inspires ese aroma, como quien huele que se está cocinando algo delicioso y, que al menos por un instante, te plantees seriamente el comerme.
By Taylor Fischer

Moribundo humano


By Waldemar Kazak
            Moribundo humano, se te escapa el relleno de frambuesa por la herida abierta de tu vientre. Miras al cielo con resignación, al igual que una ballena varada, con los ojos secos, con la cara manchada, preguntándote cómo llegaste a eso.

            Luchaste por tus ideales, tras proclamar que la pluma es más poderosa que la espada. Y aún así, enfrentaste al mundo empuñando tu filo de acero. Manchando la hierba de rojo y de entrañas. Y así el orbe sigue llenándose de lápidas insignes, de héroes, de mártires, de pilas de cadáveres al fin y al cabo, como un inmenso pastel de carne. 

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Centenario de verde melena



            Centenario de verde melena y piel de elefante reseco. Condenado a tener miles de brazos y no poder tocar más que el viento y a los pájaros que deciden caminar en tus ramas. La naturaleza debe odiarte profundamente ya que decidió desnudarte y dejarte medio muerto en invierno. Ejecutas tu única posible venganza clavando tus raíces cuán hondamente puedes, cual manos, estrujando la tierra con rabia. Nosotros, por nuestra parte también hemos decidido darte una patética existencia talándote, incinerándote y exhibiéndote raquítico y famélico en los paseos para escarnio público. Por si esto no fuera poco determinamos que es bueno para ti mutilarte al menos una vez al año. 

            Árbol que se alza solemne e inhiesto sobre una única pata de madera, con la serenidad del sabio, viendo pasar las vidas de las innumerables bestias a las que sobrevives. Bajo el sol, bajo la lluvia, agitando los brazos con el viento, inmóvil en la porción de tierra que te fue asignada descansas desde que naces hasta que mueres. Ves cada año desaparecer tu frondosa copa, en una lluvia de hojas que revolotean hasta caer muertas a tus pies, dejando al descubierto un entramado de raquíticas ramas de escobilla que se elevan como amenazando con arañar el cielo. Eres como un fénix anual, que cada año florece y cada año se queda catatónico, apenas sin sabia, esperando a que su copa vuelva a reverdecer.  Sentenciado a vivir solo durante siglos en la planicie de la que te alimentas, oteando el horizonte en busca de compañía, intentas crecer hacia lo alto para mejorar tu visión. En verdad, destruir los bosques es mucho más cruel de lo que cualquiera puede imaginarse.

Volver a casa

By Ida Michelle Huus


            Densas gotas de sangre caen sobre los talones de unos zapatos de color rubí. Una joven llora desconsolada repitiendo una y otra vez las mismas palabras mientras choca sus ensangrentados talones. “Hogar, dulce hogar”, repite. Se tambalea en medio de un paisaje de fantasía, soñando con abandonarlo. Alguien debió haberle dicho a Dorothy que a veces no es tan fácil volver a casa.

martes, 17 de diciembre de 2013

Cuando somos azulados


By Thienbao



  Hay veces que el ser humano es azulado. Suspira hondamente, necesitando el afecto de otro para devolver el calor a su cuerpo. Reclinado, dejando que la luz del amanecer bese sutilmente su cuerpo, mira el rosa de sus párpados desde dentro, esperando a que, antes de volver a abrir los ojos, alguien deposite un delicado beso en sus labios. Necesita la suavidad y la contundencia de unos brazos que lo abriguen. Una figura que lo abrace y que encaje a la perfección con la suya, como si hubieran sido creados para ello. Ruega egoístamente que exista una mente en la que sólo quepa él, además de la suya propia. Alguien que lo desee, que lo idolatre, que lo trate como si fuera el ser más vulnerable sobre la faz de la tierra. El anhelo lo enfría, entumece sus frías manos, deja en su corazón una textura de terciopelo. Sus oídos se agudizan a la espera de que una voz profunda y susurrante deposite palabras dulces y reconfortantes en ellos. La espera se eterniza, sus ojos se tornan acuosos y se derraman ardientes mientras miran al infinito. Sólo las lágrimas besan su rostro, sólo su aliento calienta sus labios. Los brazos se ciñen sobre su torso, en un abrazo solitario. Se abandona a su llanto, sabiendo que nadie vendrá.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Si te encuentras a una mujer en el agua



            Yacía flotando en medio de la fuente de piedra. El clima era frío y sus labios estaban morados. La vio, cómo flotando inmóvil con una expresión de éxtasis, su pelo aún se agitaba suavemente, acariciando el agua, como si quisiera llevar al resto del cuerpo a alguna parte.
By Jean Delville
            Se apresuró a sacarla. Se abalanzó dentro del agua, agarrando el cuerpo desnudo y pálido de la muchacha. Unas hojas de enredadera cubrían sus ojos. La abrazó fuertemente. Debajo de la fría piel podía sentir el calor de unas vísceras que se negaban a simpatizar con el resto de extremidades. Los aún azulados labios se entreabrieron para mostrar unos dientes inmaculadamente blancos, esbozando una sonrisa. Una mano gélida le acarició el cuello, haciendo que un escalofrío viajara raudo por su espalda. Él retiró las hojas, los ojos que le miraban eran casi blancos, de un tono verdoso increíblemente pálido. Asió aún más fuerte el desnudo cuerpo de la muchacha. Ésta restregó su frente contra el pecho del hombre, e inspiró su perfume profundamente. Lo empujó hasta tumbarlo en el suelo, cubierto por una fina hierba cubierta de escarcha. Desabrochó su camisa y comenzó a tocar el torso del hombre, primero titubeante, y luego de forma frenética, como cuando un niño descubre un nuevo y emocionante pasatiempo. Nunca había tocado a nadie con manos. El hombre no sabía cómo reaccionar, ya que en vez de manos sentía unas glaciales lenguas acuosas recorriendo su pecho. Miró extrañado, la joven tenía los ojos desorbitados, como si se encontrara en pleno frenesí. Agarró las escuálidas muñecas ante la mirada de asombro de los pálidos ojos y la atrajo sobre sí. Ella se acercó para depositar un frío beso en los tibios labios del hombre, pero cuando los labios se tocaron, la muchacha perdió su forma y se desplomó encima del hombre en forma de agua helada. El agua es un elemento muy caprichoso, de modo que, cuando hace suficiente frío toma la forma que se le antoja en ese momento. Los hombres fingen no entenderlo, pero lo hacen por la envidia de no poder moldear sus cuerpos a placer.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Soledad

By Hyperphagia



            La palabra soledad tiene sólo tres sílabas. La hemos hecho demasiado corta, quizá para quitarle peso o importancia. Es un vacío que se refleja en nuestras vísceras, para que también lo sintamos por dentro. Puede que por eso decidiéramos superpoblar la tierra, para que no hubiera huecos. Aun así seguimos siendo una amalgama de pequeños islotes, como un millón de tortugas a la deriva en un inmenso océano, que nadan juntas pero sin tocarse. La sociedad parece creada para compartir la soledad, no para evitarla.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Tirita por mí




By Karolina Edyta Galla
           Te llamé para quedar contigo, en el punto más frío de la ciudad, sin ninguna intención de aparecer, porque me conmovía que pasaras frío por mí. Un pajarillo me revoloteaba en el pecho, a medida que se acercaba la hora del encuentro, y el corazón me saltaba cada vez que el segundero marcaba un segundo más. Y me recosté sonriente, imaginando cuánto tiempo esperarías. Incluso imaginé que esperarías para siempre. Las horas pasaron, y el ave de mi pecho paró de agitar las alas dejando solo al corazón en su ritmo parsimonioso, y tú dejaste de llamarme. Y pensé que habrías muerto congelado, esperando a ver mi rostro, o que te habrías enfadado y te habrías ido. Me quedé con la primera y fantaseé con un epitafio que decía que te congelaste de amor. Lo cierto es que tu tampoco acudiste nunca a nuestra cita.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Dificultades en la huida



            El ser humano no sabe huir, o más bien, no puede. Muchas veces nos gustaría huir, correr hasta que nos duela la garganta y mucho más, llevando con nosotros sólo lo esencial. El principal problema de la huida es que siempre que un Romeo le dice a su Julieta: “Huyamos”, ella pregunta a dónde y no de qué.


Durante siglos, el ser humano ha acostumbrado sus blandas posaderas a asientos que las acogen con primor; y es difícil que sus mullidos glúteos se sientan a gusto en una fría piedra. Hemos creado un sinfín de comodidades que nos han subyugado con su tacto de plumas y suave hilo. Hemos ido perdiendo la capacidad de ser libres a medida que íbamos creando cada artilugio y produciéndolo en masa. Ahora mismo cuando uno piensa en su idílica existencia en una isla desierta, no puede parar de preguntarse dónde se lavará los dientes, o dónde habrá papel higiénico.



Y nos quedamos con cara de tontos, por haber luchado contra fes y morales de esclavos, cuando lo que más nos esclaviza es un sedoso rollo de papel higiénico.

Miedo a caer



By Cyril Rolando

            Hace algún tiempo escuché a una señora decir en un autobús que es peligroso tener tu propio castillo porque entonces no quieres morir. Sé que puede parecer una frase insulsa, pero para mí fue una de las más bonitas que he escuchado. 


            El ser humano no tiene miedo sin más, tiene miedo a perder, a que algo le sea arrebatado. Éste es probablemente nuestro más pesado yugo, lo que hace que nos tiemblen las rodillas. Las rodillas no tiemblan por temor, tiemblan por el peso. Por eso es una estupidez la frase de “no se sabe lo que se tiene hasta que se pierde”; no queremos algo si no tenemos miedo a perderlo. Si no lo notamos en los hombros, lo llevamos a rastras. 
            A los humanos no les gusta caer como Alicia, necesitan tener algo a lo que aferrarse, lo que sea. Si no lo tienen, lo buscarán, y ya que no tienen nada, lo harán sin miedo.

            Quien cae infinitamente en el vacío, se da cuenta de que en el vacío uno no cae, al menos no en una dirección, y decide nadar, nadar en el aire en busca de un asidero.

martes, 10 de diciembre de 2013

Melodía

By Michael Marsicano
            El ser humano pasa gran parte de su vida no siendo feliz, o diciéndose que la vida es dura y ardua. La vida se hace mucho más fácil si entendemos la melodía con que todo sucede. Como si viviéramos en una película, nuestra vida tiene su propia banda sonora. Cada cual elige su propia melodía, y algunos se confunden tanto al elegirla que viven infelices y odiadores toda su vida. Si analizamos nuestra existencia, podremos ver que prácticamente es siempre igual, tan sólo cambia la forma en la que la percibimos o sentimos.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Amor de pescado

By Paula Bonet

By Paula Bonet


           

No hay nada peor que que te quieran a medias. Mirándote con ojos de pez muerto, con pupilas vacías. Con un cariño templado, con un amor de seda que en vez de agarrar resbala. Amor apático, amor sin ganas. Amor que cuelga de un perchero polvoriento, poniendo en pausa una canción que dejó de sonar hace tiempo. Amantes por costumbre, que se miran con una indiferencia cálida, cercana tan sólo al cariño, pensando únicamente en levantarse y abofetear con un salmonete al que le mira como tal.



Llenar huecos



            Cada vez me enfadan más las personas que cuestionan la validez de las relaciones físicas, las que hablan de materialismo y superficialidad. El hecho de amar cosas no le hace a uno materialista, al contrario, pues es capaz de conferir un valor sentimental a un objeto. Las personas que tachan de superficial una relación física. Son los brazos lo que abrazan, no el corazón o el cerebro. El corazón sólo late, el cerebro sólo piensa. Cuando amamos a alguien, lo sentimos, no lo pensamos.

By Max Sauco


Cuando amamos a alguien, lo mejor que podemos ofrecerle es nuestro cuerpo, puesto que es lo único que realmente poseemos. Y se habla de la química, de encajar. No se encaja porque se piense igual, o parecido, se encaja cuando cabemos perfectamente en los huecos de una persona. Cuando al darnos las manos, abrazarnos o tumbarnos pegados, rellenamos perfectamente los huecos de esa persona, porque de eso se trata el amor, de poder rellenar los huecos. 

sábado, 7 de diciembre de 2013

Dejar recados a las estrellas




Hay veces, que cuando miro a las estrellas, les dejo recados, y que así te los digan cuando las mires tú, por si se te olvida pensar en mí. Les hablo a menudo, y voy mandando mensajes, puesto que dada la distancia tardan mucho en llegar, no sabría decirte cuánto en tiempo humano. De éste modo podrán hablarte aunque yo ya no esté, incluso si deja de apetecerte acordarte de mí.
By Azisa Noor

Imaginación



By Contraomnes
            Cuando se creó al ser humano se le colocó entre la cabeza y el corazón una bellísima esfera de cristal. Dentro de ella había una materia informe pero maleable, con colores y temperatura cambiantes. Una esfera que contiene un sinnúmero de cosas que existen y otras que aún no han podido existir fuera de ella. Con su orbe el humano crea, rellena el mundo, lo moldea, lo pinta para quitarle el gris. Con ella se calienta de vez en cuando el corazón, puesto que más a menudo de lo que quisiéramos, éste amenaza con quedarse frío.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Kamikaze sentimental



By Loish


            La impulsividad es el más delicioso camino hacia una vida caótica. Nos corona de pie en la cúspide de una homérica pirámide de derrotas. Lo único bueno de esto es que, al menos, cuando se trata de relaciones humanas, uno puede convertirse en un kamikaze y estar tranquilo. Ya que lo peor a lo que se enfrenta uno es a una situación, como mínimo, mediocremente dramática. Hay veces, que la miopía que caracteriza al ser humano hace que uno viva inconscientemente una magnífica escena de dramatismo, y no la aproveche como debiera. Al final, lo único que nos queda, es mirar al cielo con detenimiento, escudriñarlo, ver su impoluto azul, la magnificencia de sus nubes, sus estrellas, el enfadado cielo encapotado…Todo para, al menos, tener el consuelo de que nuestra vida es lo suficientemente insignificante como para que no importe si nos duele el corazón o no. Y darnos así una razón para volver a sonreír, porque al cielo, eso le da igual. 
By T-Wei

martes, 3 de diciembre de 2013

No encontrar razones



By Ayame Fataru


            Hubo una vez un hombre que decidió dejar de correr. Se quedó en el mismo sitio, durante largo rato, preguntándose por qué había corrido hasta ese momento. ¿Por qué había madrugado y trasnochado? ¿Por qué se había dejado los ojos ante una pantalla? Todo carecía ahora de sentido, se encontraba quieto, en medio de la urbe, en medio de una corriente de personas, como un árbol en medio de un río.

Despegarse de la vida


By Audrey Kawasaki


Despegarse suavemente de la vida, como una pegatina que ha pasado un tiempo sumergida en agua. El agua del mundo hace que el pegamento vaya perdiendo fuerza. Es un irse más dulce. Al fin y al cabo, sólo hay dos maneras, despegarse sutilmente, casi sin enterarse o de un tirón. Lo peor del tirón, es que casi  siempre quedan restos. Queda parte del adhesivo, como un recuerdo de que ahí hubo algo, pero al final siempre se desvanece con el uso. Después de un tiempo, nadie puede decir si ahí hubo una pegatina o no. Así es la vida del ser humano. Así son sus sentimientos, tan embelesados en el presente, tan temerosos del futuro, tan anclados en el pasado. Todo es más intenso en el presente, el amor se siente como si te fueras a romper. Como si una enorme bola fuera a salir de tu estómago, penetrando desde dentro tus abdominales. Todo se va desvaneciendo, creando un recuerdo cálido, tierno pero casi nunca intenso.