miércoles, 11 de diciembre de 2013

Dificultades en la huida



            El ser humano no sabe huir, o más bien, no puede. Muchas veces nos gustaría huir, correr hasta que nos duela la garganta y mucho más, llevando con nosotros sólo lo esencial. El principal problema de la huida es que siempre que un Romeo le dice a su Julieta: “Huyamos”, ella pregunta a dónde y no de qué.


Durante siglos, el ser humano ha acostumbrado sus blandas posaderas a asientos que las acogen con primor; y es difícil que sus mullidos glúteos se sientan a gusto en una fría piedra. Hemos creado un sinfín de comodidades que nos han subyugado con su tacto de plumas y suave hilo. Hemos ido perdiendo la capacidad de ser libres a medida que íbamos creando cada artilugio y produciéndolo en masa. Ahora mismo cuando uno piensa en su idílica existencia en una isla desierta, no puede parar de preguntarse dónde se lavará los dientes, o dónde habrá papel higiénico.



Y nos quedamos con cara de tontos, por haber luchado contra fes y morales de esclavos, cuando lo que más nos esclaviza es un sedoso rollo de papel higiénico.

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