martes, 9 de julio de 2013

Tributo al cerebro


Te quiero tanto cerebro, tú tan maravilloso en tu húmeda oscuridad, a salvo de todo. Sólo contemplas y conoces el mundo por pequeños orificios. Diriges la maquinaria que te mantiene vivo. Eres capaz de contener un sinfín de imágenes, sonidos, sabores, texturas…Me gustas. Es tan extraño y mágico el hecho de no sentirte pero que estés ahí. Pensar contigo sobre ti, como si fueras el mero receptor de una mente situada en otra parte, a millones de años luz. Es tan genial cerrar los ojos y plantearse tan sólo qué sientes y cómo, asociar sensaciones. Considerarse feliz y afortunada por el mero hecho de poder sentir, cualquier cosa, algo diminuto. Mirar las burbujas en el agua que hierve y dejar nuestra mente suspendida en algún lugar, sin un pensamiento en concreto. Con miles de ideas fugaces, que ni tan siquiera esperan a darse paso unas a otras. Pensar. Ver. Saborear. Oler. Incluso el olor más pestilente, abrir las fosas ampliamente y aspirar un aroma fétido. Perfecto. Pasar horas mirando en un espejo cómo en la cornea de nuestro ojo se refleja nuestra propia imagen y lo que nos rodea. Mirarnos a nosotros mismos dos veces. Me gustas tanto cuerpo, que nunca me separaré de ti.

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