La oscuridad, la sordidez, la extravagancia de un ambiente circense
decrépito y pasado de moda. Un prisma de colores disonantes, iluminado por una
luz amarillenta. La sensación de desamparo, de lejanía. Un soplo de aire frío y
húmedo que nos da en la cara y nos alborota el pelo, haciendo que se nos peque
en el rostro.
El hombre corre, hacia una estancia verdosa, llena de humo, que
apesta a sudor y a
alcohol. Se sienta chorreante en una incómoda banqueta.
Espera que una enorme y poco agraciada prostituta le sirva un trago. Ella
sonría con los dientes manchados de carmín barato, despeinada, con una
respiración fuerte y ronca, y un aliento agrio. El hombre toma su copa, un
líquido etílico recorre su garganta. Parte del contenido del vaso chorrea por
las comisuras de sus labios. Con indiferencia, limpia su cara con la manga de
una chaqueta demasiado sobada y desgastada incluso para el escenario en el que
se encuentra.
By Michael Hussar |
Personajes estrafalarios regentan el local. Travestis demasiado
peludos y demasiado maquillados se sientan en regazos cuya juventud ya pasó a
mejor vida. Mujeres con ojeras, caras cansadas y pocas ganas de sonreír pasean
en altos tacones, contoneándose en prendas baratas.
La elegancia y la estética,
armoniosamente cogidas de la mano, se dirigen a un glorioso baño de mármol
blanco a vomitar copiosamente. El erotismo desgarra su propio vientre. El arte
yace en una glacial sepultura rodeada de flores blancas. En medio de la trágica
escena, la pasión y el desenfreno ríen, se bañan en vino, recorren sus cuerpos
con sus manos, se mueven espasmódicamente debido al placer; dejan caer hacia
atrás sus cabezas tras exhalar una enorme bocanada de aire cálido.
Un poco
apartados y con estupor, unos enormes ojos azules observan. Un niño demasiado
mayor para ser niño y demasiado joven para ser adolescente, admira sorprendido
la caótica escena. Sus ruborizadas mejillas destacan en su blanquecina y fina
piel. Sus labios carnosos se abren para decir algo, “Pero… ¿no existe el punto
medio?” titubea. “Solo para el hombre mi niño, sólo para el hombre”, dice una
voz maternal mientras acaricia su pelo.
me hago seguidor, este microrrelato es estupendo, retrata muy bien la decadencia. saludos
ResponderEliminarMuchas gracias Alejandro.
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